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¿Qué pinta Santiago cuando pinta?

(En relación a "Qué se ama cuando ama" de Gonzalo Rojas)

Una pregunta posible es: ¿por qué Santiago puede ver y pintar el aire? La respuesta puede estar en Turner, la niebla sobre el Támesis. El aire se ve por su virtud, por lo que provoca en lo que no es él, no es niebla, pero lo vemos gracias a ella, el aire no es el sol, el aire es el espectro del prisma, el movimiento y el color del espacio entre esa gente que va caminado.

Ese -entre- del que saben los japoneses habita sus pinturas, se hace visible, esa es la magia.

 

Nada de esto es posible percibirlo sin entrar al estado de contemplación. Lo que para Turner el Támesis para Santiago es la cordillera, que entra y sale de su living cuando quiere, y Santiago a través de sus pinturas entra y sale de la cabeza de uno cuando quiere también. Por los parietales diría Rojas, entra más allá de la mente, más al fondo que el inconsciente, al espíritu le habla su pintura directamente, como la música que también es abstracta, puede ir más al fondo que lo racional, al alma.

 

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Yo no soy quién para decirlo o para hablar con propiedad del maestro, me faltan años de estudio, porque él va rápido, más rápido de lo que uno puede procesar, velocísimo, porque está más lúcido, que todos nosotros, casi no sabe qué hacer con su lucidez, está habitando metafísicamente y corre la tinta y el color por su mesa blanca.

 

He contemplado en sus pinturas, el aire, el viento sobre las islas, el mar gritando blanco sobre las rocas, Otras ventanas te permiten ver el sur con los álamos y la neblina que vuelve su aire gris, esos días en blanco y negro entre ríos, el agua y la piedra.

 

Una de sus formas de pintar el aire es con las rocas, su pintura habita un mundo de lo inefable, por eso es imposible explicar cómo con las rocas, las orillas y otras veces con unos árboles a lo lejos, te da a ver el aire.

Ese mundo mágico donde son posibles múltiples lecturas.

Tiene un ojo agudo y templado a la vez y otro poético que se arroja más allá de la belleza y lo nuevo, a la lozanía que es eterna.

¿Entonces en la lluvia y en las islas? ¿la navegación por los canales australes?, ¿ese aire entre las rocas y la espuma?, ¿el viento patagón que se lleva el agua?,

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Cuanta sincronía entre su vida y la mía.

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Lo profundo del color y de su expresión formal, permite suponer que se trata de la famosa frase de un niñito que tenía un pequeño planeta con una rosa y una estrella. La historia escrita por Antoine sentado en la arena del Sahara va al mismo molino, que resume lo esencial en una frase.

 

Santiago va de frente a provocar una reflexión para cada persona distinta o para cada pensamiento distinto que las ve, ¿qué ves cuando ves?, “una señora en bicicleta que se refleja en el agua”, “es una nube”, ”es un tren entre la neblina”, múltiples exégesis o ninguna, si es que uno es capaz como el monje budista, que medita y permanece sin pensamientos, sin interpretaciones, y es capaz de contemplar sin significar, contemplar lo inefable, lo atemporal, lo que no se ve. Una ontología no hermenéutica.

 

¿Por qué pinta lo que no se ve?, creo que no me equivoco al decir que tiene que ver con un niño que permanece en él, un niño que ve por una ventana llena de gotas y agua que transfigura la imagen, una procesión, con luces, que toman tantas formas como la imaginación de un niño, pero esta vez se conecta con lo sagrado, esa procesión, esas personas que van juntas porque creían en lo mismo, es un niño pequeño que se conecta con lo sagrado, con ese cielo que no se ve, donde nos está esperando el paraíso.

 

Ese niño que ve las luces a través de las ventanas dibuja para siempre la luz de lo sagrado. Esa es una de las llaves del misterio.

Santiago tiene como don el prodigio de hacer esplender lo que no se ve. El esplendor de la neblina, de la nube, de la roca. A veces se puede ver aún ahí las luces, las personas transfiguradas por la lluvia en la ventana, que el niño sigue mirando hipnotizado por la belleza de este caminar sagrado.

Siempre pienso que su departamento entero es un Aleph, que las pinturas de su living son ventanas a un mundo psicológico, misterioso, que a penas somos capaces de entender, pero que él es capaz de llevar al esplendor.

Su living es un Aleph que nos desafía, con la fuerza del mar y la levedad de la bruma.

 

Santiago, habla del despojo del patrimonio y creo que tiene ese punto de vista como partida. El patrimonio, que desaparece en una goleta abandonada, el esqueleto semisumergido en la arena del tiempo y la disputa del campo entre el color y el óxido, el color que queda como testimonio de una existencia, de algo que ya desaparece y el óxido del olvido. Como siempre, como en La Odisea el tema es el olvido. Ese esqueleto donde habitan las metáforas, es la idea protoinaugural de lo que hace hoy, se llama La Bartola.

 

Él hace parecer todo fácil sin embargo hemos dedicado fantásticas jornadas a compartir la filosofía de su arte y yo claro, ¿con qué ropa me paro frente a él? me defiendo como un tenista, con lo que puedo, con lo que tengo de leído desde niño, las bibliotecas de mi infancia.

 

Crecí adentro de una biblioteca, literalmente, y creo que me iré adentro de infinitas bibliotecas. Creo que ese regalo que me dio mi padre, vivir, crecer, dentro de su biblioteca, me ha permitido este diálogo con Santiago que me hace pensar hasta el infinito.
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Para Santiago también fue decisiva su relación con el padre, aunque difícil, iluminada. Con su padre, en el fuego que transfigura el metal, y su tío escultor de monumentos, de esos héroes a caballo que alumbran las explanadas, se forjó su temple, su ojo y sus manos iluminadas, fue en familia, en el taller y se forjó su templanza y un oficio incomparable.

 

Templanza es una de nuestras palabras.

 

El pequeño niñito que mira humildemente por la ventana se convirtió en un amado rey, con la magia de ver y de dar a ver la belleza y lo divino.

...

 

Ser escuchado y poder escuchar a Santiago y contemplar su arte es una experiencia única y uno de los más grandes honores de mi vida, un privilegio como el que tuve con Gonzalo Rojas . En su departamento en su profundidad, en las manchas que con arrojo explora, anda también mi niño interno navegando por el infinito.

 

             ¡Hoy el espacio es fabuloso!

             Sin freno, espuelas o brida,

             Partamos a lomos del vino

             ¡A un cielo divino y mágico!

 

              (de El vino de los amantes de Charles Boudelaire)

Manuel Araneda Castex, Farellones, noviembre de 2024

turner 1.jpeg

J. M. W. Turner

Interior at Petworth, 1830

watercolor and gouache paint on blue paper

13.9x19cm

London, The Tate Gallery

rocas y niebla 2.jpeg
CUADRO-3.png

S. Aranguiz Sánchez

"Al sur del mundo", 2023

acrylic on canvas painting

180x110 cm

Santiago, Private collection

S. Aranguiz Sánchez

"La Belleza de lo perdido", 2024

acrylic on canvas painting, 

90x60 cm

Santiago, in the possession of the author

© 2030 Manuel Araneda Castex

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